jueves, 28 de febrero de 2008

Tratado segundo: el cura

-Señorita Lazarilla, ¿niega haber tenido un romance con el Ciego y después haberlo abandonado en una residencia para irse con un cura? -Por supuesto que lo niego, primero... -Ehmmm, ya. ¿Niega también haberse ido con el cura solamente porque éste era más rico y podía mantenerla mejor? -Bueno, en realidad, tampoco me daba de comer en abundancia. Me tuve que espabilar a buscar las llaves de la despensa, y ir de puntillas por las noches para poder comer pan seco o un poco de queso verdoso, pero no he tenido ninguna avent... -Ya. ¿Y qué pasó después? ¿Le descubrió el señor Cura? ¿Se lo confesará en un futuro? -Ehmmmm, no de momento no he pensado en decírselo pero.... -Pues ahora tendrá oportunidad para decírselo, porque ¡el señor Cura está en este plató! (Entra el cura) -Ehmmmmmm... Ay! Señor cura... jeje... ay ay... verá... - No no, ya lo he oído todo. Entoces decías que habían duendecillos que se lo comían ... Ya sabía yo que en mi despensa no podían haberlos, porque lo perfumo cada mañana con ambientador... No digas nada no, ya he visto como eres en realidad. Pues aquí, que has confesado delante de media España que querías aprovecharte de mí, cuando yo te he amado, y tu me lo jurabas... -Perdone? Yo no... -No te disculpes. Ahora ya está todo hecho. Pues mira, delante de toda España voy a decir que rompemos nuestra relación, y que te tendrás que ir de mi casa. Amén. (Se va del plató) -(...) -Oooooooooh! ¡Que desgraciaa! Bueno, ya puedes desalojar la butaca. Pasamos al siguiente invitado. Tsst tssst fuera, fuera. (Me voy del plató, a hacer las maletas a casa del cura y a buscarme la vida... Con los bolsillos medio llenos)

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