viernes, 14 de marzo de 2008

Tratado I

Cuando yo era pequeña mi padre falleció en la guerra. Mi madre al cabo de un tiempo conoció a un cubano muy cachas, estaba bastante bueno y era jovencito, debía tener unos veinte años, cuando mi madre tenía cuarenta. Tuvieron un hijo, mi hermanito Pepe. Mi padrastro, que era de la mafia, necesitaba dinero para saldar unas cuentas y nos robó. La policía lo detuvo en poco tiempo y lo condenaron a cadena perpetua. Como mi madre no ganaba mucho, me envió a casa de un pariente lejano, ciego. Tampoco es que él tuviese la gran fortuna, pero sí lo suficiente como para alimentarse a él y a mí. Aún teniendo dinero el viejo era muy avaro y no me daba prácticamente de comer, ya ni te cuento de comprarme ningun juguete. Yo estaba harta, y decidí marcharme a buscar una mejor vida y poder vivir por mi cuenta. Luego me di cuenta de que por mí misma no me podía valer así que busqué otro pariente no muy lejano para que pudiese acogerme.





Nera Logo y Ingrid Llauradó

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